Av. Grau

(Para quienes conocen la Av. Grau en Lima)

 

Miro tus calles y veo tus rostros. Es la zona fea de Lima, la paupérrima, la sucia, la horrible, la hostil, la miserable, la hermosa.

Este es el mercado, objetos usados, memorias mudas, rostros por cientos, indios, mestizos, tan parecidos, mestiza yo también.

Vi tus entrañas podridas y respiré tu mismo aire. Hay belleza en lo horrendo, en la hostilidad de un rostro de ciudad descarnado, cerros cubiertos de madrigueras humanas, cemento y pintura, bajo este mismo cielo de plomo pesado.

Hay belleza en estos rostros duros, en esta tierra herida, en estas cumbres de odio.

¿Cómo decirle a la niña que se pena con su perro en una calle que ni ese nombre merece, a los dos barrenderos, al vendedor que lava botellas, al vagabundo que hurga en la basura, al hacedor de muebles, a la joven que vende naranjas, a los que trafican con papel, plástico, metal, esperanzas, dolor, llanto...? ¿Cómo decirles a todos ellos que son una postal, una magnífica postal, del rostro gris, maltratado, valiente, de nuestra horrenda y bella Lima?

 

Después repasaré estas palabras y sonarán inadecuadas, lejos del bullicio y tu pobreza, bajo tus puentes, bajo la sombra de tu miseria.

Un rostro semejante al mío, espejo de mi espejo, también me he mezclado en tus arterias, he sentido tu sangre hirviente en mi piel.

He visto tu pobreza y la he odiado con delirio. También trafiqué con esperanzas, también mostré mi rostro duro, mi espalda, mis huesos.

En esta llanura de locura y desesperación.

En el antiguo valle sepultado bajo cemento.

También herí tu rostro con mi odio, también llené tus calles con indiferencia.

También sentí tus garras atravesándome el pensamiento.

Tus miles de rostros, vistos tras el mismo cristal.

Todos son iguales, si se iluminan bajo la misma luz.