Modelos Familiares

 

Se nos ha enseñado que el modelo familiar humano, por naturaleza, es el compuesto por papá y mamá, quienes permanecen juntos toda la vida y son monógamos, y sus hijos e hijas.

Si esto fuera verdad la infidelidad en un matrimonio no existiría. Y aunque existiera, el fantasear que se mantienen relaciones sexuales con otras personas sería impensable.

Pero este no es el caso.

Los seres humanos somos biológicamente polígamos. Nuestra conducta sexual está a medio camino de la de los chimpancés y la de los gorilas. Para los chimpancés no existen restricciones ni de jerarquía ni edad, es un "todos contra todos" donde el que desee puede unirse a la orgía. Por ello los chimpancés macho tienen testículos grandes (más grandes que los de los humanos) pues deben producir más esperma, dado el número de competidores que tienen. Para los gorilas es diferente: un macho posee un harem de hembras, las que copulan sólo con él; por ello un gorila macho tiene testículos pequeños (más pequeños que los de los humanos) pues prácticamente no tienen competencia.

Para la especie humana la historia es otra: ellos (como la mayoría de los mamíferos machos) están diseñados para copular con cuantas hembras se les pongan delante. Ellas en cambio son selectivas: quieren atraer a la mayor cantidad posible (de ahí el origen de la coquetería, la rivalidad y la vanidad femeninas) para tener de dónde escoger a quienes creen los mejores, quienes las cuidarán a ellas y a los bebés que nazcan, y también para asegurarse que éstos serán fuertes y sanos.

En muchas tribus del mundo existen modelos familiares un tanto diferentes al occidental: entre los indios Barí de Venezuela, la mujer tiene un marido, pero más de una pareja sexual. Existe la creencia de que un feto para poder desarrollarse necesita "baños de esperma" de uno o más hombres, los cuales también serán considerados los padres de la criatura. Así al nacer, el bebé tendrá más adultos que lo cuidarán. Esposo y esposa aceptan con alegría el que ella tenga a otra pareja, pues esa ayuda adicional aumentará la probabilidad de los bebés de sobrevivir (la mortalidad infantil es muy alta en estas tribus). [1]

Entre los Na (prov. de Yunnan- China) no existen maridos ni padres, las mujeres no se casan, la unidad familiar la forman los hermanos y hermanas. Existen los amantes varones, pero no son más que visitas y no forman parte de la familia, los niños son criados por la mamá y sus tíos.[1]

Se cuenta la anécdota (aparecida en un periódico local de Lima) del hindú que ofreció a su mujer como pago de una deuda, pero con el consentimiento de ella, quién aceptó de buena gana a su nuevo esposo.

Se puede deducir entonces que el modelo familiar occidental no es el único, ni el que va más acorde con nuestros instintos de mamíferos de manada. Incluso en una sociedad donde la monogamia en el matrimonio es ley, tanto a él como a ella, desde el punto de vista biológico y evolutivo, les conviene "darse sus escapadas". Él diseminará su semilla, así con mayor cantidad de descendientes tendrá más probabilidades de que sus genes sobrevivan. Ella: al tener y cuidar de bebés de distinto padre tiene mayor diversidad genética entre su prole (la cual en su totalidad lleva su legado genético) lo cual significa que unos serán más fuertes, otros más rápidos o más resistentes a las enfermedades, por lo que ante alguna calamidad es más probable que alguno de ellos sobreviva.

Se ha comprobado que las mujeres tienen más probabilidades de ser infieles cuando están ovulando, y que uno de cada diez hombres cría a un niño que no es suyo sin saberlo.

La historia del modelo familiar occidental puede ser considerada así:

Después de la Revolución Agrícola (sucedida hace unos 10000 años) la gente empezó a tener sentido de propiedad sobre la tierra que cultivaba (no el simplemente "quiero sembrar así que cojo un pedazo de terreno de por ahí" como hacen en las tribus en el Amazonas, sino una verdadera posesión sobre su tierra), y para asegurarse que sus hijos e hijas tendrían el sustento que necesitaban, los padres se las dejaban al morir, de aquí surgieron los sistemas de propiedades y herencias.

Para asegurarse que sólo los hijos e hijas que heredarían las propiedades y bienes familiares serían aquellos a los cuales los padres han cuidado y alimentado (o lo que es lo mismo: aquellos que llevan los genes de los padres), y evitar que cualquier día aparecieran hijos resultado de "una escapada" de uno de los cónyuges (y por ende que no llevan los genes del otro) reclamando las propiedades, se crearon los conceptos del matrimonio, la monogamia y la fidelidad. Fue una manera de asegurarse que sólo los descendientes de la pareja dueña de la granja o el terreno de cultivo heredarían los bienes de sus padres, y evitar que éstos se repartieran entre demasiadas manos o entre hijos con los cuales no les unían vínculos consanguíneos o emocionales.

Como es más fácil vigilar y controlar a las hijas, y enterarse si han engendrado niños de forma "ilegal", se empezó a valorar (y sobrevalorar) la virginidad, la castidad y el recato en ellas, más que en ellos. 

Y después de siglos de instaurado este sistema, las personas llegaron a creer que los humanos somos naturalmente monógamos, que el matrimonio es algo sagrado cuando en realidad fue una forma de proteger el patrimonio familiar, y que nuestro sistema familiar es el único y el mejor, cuando en realidad sólo es uno más entre muchas formas que hallamos los humanos para formar nuestras familias y sociedades.  

 

 

[1] "¿Cuántos padres le convienen a un niño?" por Meredith F. Small. Discovery Magazine en Español (Mayo 2003)